23 de junio de 2010

Un día en el mundo

Hola!!
Hoy vengo a contaros un poco de mí, y de lo que ando haciendo, porque parece que estoy un poco desconectado de aquí, pero no es así.
Cierto es que ando liado a nivel personal y académico-profesional, y eso me ha quitado tiempo, pero mi cabeza no deja de girar y girar con ideas del nuevo proyecto que tengo entre manos, y del que vengo a hablaros ahora.

Por un lado, anunciaros que el cuento de Lyda de Lis. Historia de una Estatua de Piedra. está casi terminado. Me quedan los últimos capítulos para darle fin, lo cual estoy deseando.
Es más, estoy recibiendo muy buenas críticas del cuento, aunque todo deba decirse, aun hay que revisarlo y cambiar algunas cosillas que me cogean. Pero puedo decir que está casi terminado. ¡Llevo 2 años escribiéndolo!

Y el proyecto que venía a presentaros, y del que ya os había hablado, es La Sirada. Aun no tengo un nombre definitivo para el cuento, pero la verdad es que está realmente avanzado. Como podéis ver en su página, ya tengo la estructura del cuento, y ya he comenzado a escribirlo. Tengo varios capitulos ya terminados, a pesar de no haberlos subido. Ahora mismo estoy trabajando en el capítulo XV, del que os mostré un fragmento en la entrada anterior de este blog. No significa que haya escrito los catorce anteriores, ya sabéis que voy escribiendo así como me van viniendo.
Tan pronto como pueda, actualizo la página de lcuento y subo los capítulos terminados.

Y bueno, en esto estoy trabajando actualmente.
Este cuento que estoy empezando, en el que llevo pensando unos meses, me está encantando. Personajes, argumento, e importancia en Mi Mundo, todo. Y sé que lo escribiré muy rápido!! Al menos, de momento, para ser un cuento largo, va muy avanzado!

Un saludo a todos los que hayan caído por aquí y me hayan leido!!
Darka.

19 de junio de 2010

El Atolón

El Príncipe Assul viró el timón unos grados ligeramente a babor, utilizando su única mano. La nave surcaba el océano calmado, y todo alrededor estaba a oscuras. Aquélla era una noche sin luna, y sólo las estrellas brillaban en el cielo. Ni una nube lo surcaba. Por las noches apagaban todas las luces a bordo, para evitar ser vistos desde lejos, así que todo estaba completamente a oscuras. Corría una leve brisa, suficiente para hinchar la mayor, y avanzar a sotavento, hacia un destino donde sabía que nadie lo encontraría. El rumbo estaba fijado por el sol durante el día, había que navegar hacia donde éste nacía, y por Uzkulac durante la noche, una constelación que los marineros conocían como el Triángulo de Verano, que siempre apuntaba al este. En aquella dirección, sin desviarse del grado exacto, se encontraba el Atolón.

Aquél era un puerto franco, al que piratas, corsarios y otra calaña acudía a repostar. No era más que un peñasco que sobresalía en la inmensidad del océano, solitario, y donde tras muchas generaciones de marineros, se había levantado todo un puerto. Las viviendas se amontonaban en la loma, los muelles crecían mar adentro, y en su cúspide, se elevaba un faro, que siempre alumbraba el camino. El Atolón era el punto más cercano de tierra conocida por el hombre a los Mares de Eldor, el Torturado, una masa de agua cubierta siempre por una tormenta inmóvil. La visión desde el puerto franco, decían, era asombrosa. Por el día, que solía lucir cálido y luminoso en aquella región del mundo, se alcanzaba a ver al noroeste la inmensa tormenta, que jamás cesaba. Y por la noche, desde los muelles, alcanzaban a verse los relámpagos, en continua explosión. Era una visión increíble, y Assul soñaba con verla. Había oído hablar mucho del Atolón, y siempre había querido ir, y aquél le había parecido el mejor lugar para esconderse de su padre.

Junto al timón, de donde nacían varios cabos que se elevaban hasta lo alto del mayor, donde unos hombres se apostaban, había un caballete que sostenía una jaula de pájaro. En su interior, U se sentaba sobre el columpio que debía estar sosteniendo a un ave, y no a una Sirada como ella. Aquello, hasta indignaba a la pequeña U, si al menos ella hubiera tenido alas para volar… Sus piernecitas colgaban desnudas desde el columpio, al que se agarraba con ambas manos. Su vestidito azul celeste se mecía con la brisa que movía la carabela, mientras observaba a Assul. No terminaba de comprender a aquel hombre. De hecho, no entendía a ninguno de ellos. Se peleaban por cosas absurdas como bellas flores, coronas negras o reinos, hasta el punto de que padre e hijo pudieran odiarse de tal modo. A ella le daba exactamente igual lo que hicieran con esa corona, que por muy radiante que dijeran que fuera, no era más que un trozo de metal negro y consumido.

Frente a la sirada, Assul miraba al cielo mientras sostenía el timón, sin moverlo un ápice. Ninguno de los hombres a bordo había ido jamás al Atolón, y el Príncipe se guiaba por aquella constelación, sin saber siquiera si existía realmente aquel lugar. Definitivamente, pensó U, aquél era el mejor lugar del mundo para esconder la corona. Por mucho que les persiguiera el Rey de Grrim, jamás daría con ellos en un lugar así. O eso esperaban ambos. Lo que U no sabía, era si quería ir hasta allí, y aun menos quedarse. El Príncipe Assul le había hablado del Atolón, y no le gustaba nada ese lugar. Un peñasco con cuatro casas en mitad de la nada...

Aquella noche la constelación de Uzkulac cruzó la bóveda del cielo, y al final nació el día, y después otro, y otro. Aquellos largos días, calurosos bajo el sol del océano, fueron interminables para U. Assul pasó el viaje obsesionado, aquella flor significaba todo para él, y la pequeña U no podía entender por qué. Siempre la trató bien, la llevaba consigo a todos lados, aunque siempre encerrada en su jaula de pajarillos, salvo una ocasión, que le permitió salir.


Fragmento extraído del capítulo XV del cuento de 
en el que estoy trabajando actualmente.

6 de junio de 2010

Luz-Culac, la Luz de la Noche

Las altas columnas del templo se elevaban sobre la cabeza del Gran Sacerdote de la Orden de los Sueños Brillantes mientras permanecía tumbado, bajo esa inmensidad de estrellas perfectas. Las flores de las calas, blancas como el mármol del templo, embriagaban con su perfume, bailando con los nenúfares de la charca que rodeaba el templo. En el Monte del Sueño siempre era de noche, siempre se apreciaban las estrellas, siempre brillaba la luna y las nubes nunca entorpecían su belleza. Desde que se levantó el templo en honor a Moulth, la Diosa de los Sueños, de la Noche, de su belleza, jamás se había encendido ninguna luz en el Monte del Sueño, pues la Diosa elfa lo iluminaba desde él cielo nocturno. Luz-Culac lo habían llamado los primeros elfos, y así se conocía en todo Eleanor, aunque pocos conocían su paradero exacto, ni el significado de su nombre. Algunos filólogos y estudiosos, habían especulado traduciéndolo como: la Luz de la Noche, pero, nadie lo sabía a ciencia cierta, pues solo se relataba en las altas bibliotecas del templo, y nadie salvo los sacerdotes de la Orden de los Sueños Brillantes tenían acceso a ellas. Luz-Culac era el mayor templo dedicado a Moulth en todo Mawol, y donde residía el Alto Sacerdote de la orden, que nació el mismo día que se colocó la primera piedra del templo. Estaba compuesto en su totalidad por mármol, traído por los primeros elfos de las minas de Sa Dragonera, cargándolo en grandes dragones, que les ayudaron en su construcción. Una gran charca rodeaba el templo y la única manera de llegar a él era en góndola, algunos visitantes anónimos, según cuentan las leyendas, hablan de que llegaban de día y durante el viaje en góndola iba cayendo la noche, aun durante las calurosas horas del medio día, hasta hacerse la oscuridad total, solo quebrada por las estrellas y la luna. Los cisnes nadaban en la charca, radiantes junto a las góndolas. Al llegar a la otra orilla les recibían niños elfos que les conducían a las puertas del templo, cruzando un inmenso jardín de calas, siempre florecidas, y reflejando la luz del cielo. El jazmín crecía por las pareces del templo, desprendiendo su aroma de sueño. Cuentan que la grandeza del templo era espectacular, sus símbolos religiosos y sus esculturas en mármol dispersas en el jardín de calas. Maravillosas formas de lunas, de dragones, de hadas... Las mismas hadas que revoloteaban por el jardín, sonriendo a los visitantes y alegrándoles con encantamientos de sueños y risas. El viento no corría, y los aromas hacían volar a los visitantes hasta un estado de entusiasmo y tranquilidad, de armonía y alegría. Ni una sola lágrima se había derramado en el jardín de calas en los miles de años que llevaba erguido en el Monte del Sueño, pues solo las sonrisas se permitían en el templo. Una música animada de flautas y laúdes, gaitas y bandurrias, violines y tambores, cantos de bellas mujeres y arpas de oro animaban el templo, se oía durante todas las horas que componían la noche, aunque nunca nadie había visto a los bardos que las tocaban. Algunos árboles crecían retorcidos y hermosos en el jardín de calas, y los visitantes aseguraban que cobraban vida y caminaban y hablaban y cantaban. Amapolas que brillaban cuando las diminutas luciérnagas se cobijaban bajo sus pétalos y duendes cuya mayor diversión era espantar a estas luciérnagas... Cuando ocurría, todos estallaban en risas contagiosas, mientras salían espantados, huyendo de las hadas que les regañaban. Quienes se encontraban cerca sonreían sin poder evitarlo, aunque no solía ocurrir, pues los duendes son criaturas extraordinarias, pero tímidas y precavidas. No solo el templo se levantaba en el Monte del Sueño, una pequeña aldea se había creado con el tiempo en el interior del círculo de la charca, donde vivían los caballeros de la orden, valientes guerreros a las órdenes de Moulth y el Alto Sacerdote.



Este relato fue escrito, creo, en 2002.
Hoy lo rescato aquí, pues quiero mostraros ese lugar de Mi Mundo.

Darka.