Un lobo husmeaba el aire. Era de noche, pero la luna en el cénit iluminaba el bosque. A poca distancia escuchó algo, era un ciervo con una larga cornamenta… Más allá un caballo trató de relinchar, y a alguien casi se le escapa una risa en el intento. El lobo avanzó cauteloso, otro podría llegar y cobrarse su presa. Una hiena, menos fea de lo que debiera, le seguía al acecho de los restos que fuera a dejar. Al otro lado del barranco seco, un búho observaba la escena, se había subido a un árbol, y ahí se sentía seguro. La pantera no andaba lejos, era negra y caminaba a cuatro patas, moviéndose con un estilo peculiar para su especie. El elefante, el más pequeño de todos ellos, se le había escapado, y ahora se batiría con el lobo por el caballo o el ciervo. Sopló el aire, que agitó los árboles, y el búho temió caerse, pero se aferró bien a la rama. El caballo lanzó otro relincho, y ahora sí se escuchó una risa. A ese incauto parecía no importarle el juego, y estar deseando ser cazado. Una serpiente reptó por debajo del búho, sin verlo, y éste hasta sonrió.
El lobo se acercó al ciervo, y éste se dio cuenta, y comenzó a trotar hacia el barranco seco, sin saber que corría peligro de caerse, entonces el búho le grito, justo cuando la pantera le saltaba encima. El pobre ciervo cayó al suelo, y empezó a darle patadas a la pantera, que trataba de aferrarlo. Cuando apareció el lobo, saltando sobre ellos muy feroz, el caballo volvió a relinchar, a sabiendas que no iban a por él. La serpiente reptó deprisa, pensando que perdería la presa. El ciervo se debatió, entre si ser devorado por la pantera o por el lobo, que casi luchaban más entre ellos que por darle caza, pero viéndose perdido, fue a hacerle cosquillas al lobo. La pantera había llegado primero, y la presa era justa. Entonces el lobo, inevitablemente, se echó a reír a carcajadas. La pantera aprovechó el susto, y le apartó del ciervo, que ya se había dado por vencido. La pantera se anotó el tanto.
El caballo volvió a relinchar, y ahora se rieron todos.
- Ése es tonto…- Dijo el ciervo.- Así no vale, estoy solo en esto. No atrapareis al búho, ¡y el caballo es un traidor! No podemos ganar.
- Bueno, estás muerto. Así que ya da igual.- Dijo la pantera, y el ciervo, quitándose la cornamenta asintió. El niño que había bajo su disfraz se encogió de hombros y marchó de vuelta al campamento. La noche se había acabado para él.
El lobo corrió entonces, y la pantera salió detrás. La hiena los perdió y siguió al muchacho. Era el único que podía ganar puntos devorando a los muertos.
Cuando el lobo llegó hasta el caballo, lo derribo, y éste se dejó caer, muerto de la risa.- ¡Este juego es un rollo! Mañana yo seré la pantera…
Cuando ésta llegó, vio como el lobo le había robado el tanto. Iba ganando… Pero aun quedaba el elefante. Pantera y lobo se miraron, y corrieron, uno hacia el empate, y otro hacia la victoria. El elefante los esperaba, agotado por la carrera anterior, bajo un árbol, pero la serpiente ya le había encontrado. Se le aferró a una pierna, y justo aparecieron el lobo y la pantera, y todos terminaron en un torbellino de patadas y mordiscos. EL pobre elefante, indefenso, se puso a llorar, y todos supieron que el juego había terminado.
Cuando se quitaron las máscaras, cuatro niños, y un quinto sobre sus cabezas, se reían a moco tendido. Esta noche habían ganado los malos, mañana sería otro día de juego…